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sábado, 31 de marzo de 2012

Capítulo Uno

::Luciana::

El aeropuerto estaba atestado de gente, y entre ellas pude reconocer la persona que quería.

-¿Cómo te fue en el viaje? ¿Te dieron algo de comer? ¿Tienes hambre?- empezó a preguntar la figura que se hallaba en frente de mi. Antes de responder me detuve a observarlo, cabello castaño, ojos color avellana, estatura más alta que la mía, llevaba unos jeans negros con una camisa a cuadros, y aunque sabía que estaba muy despierto parecía dormido. Sacudí mi cabeza, yo también me estaba durmiendo

-Bien. Si. No. Vámonos que me da cosa tanta gente- lo empujé para empezar a caminar, sentí como me quito el bolso y se lo cargo al hombro. Me acomode mi mochila y lo seguí.

-¿Pedimos un taxi, Alan?- sugerí luego de unos minutos de caminar

-No-dijo-Vamos en mi coche.

-Y ¿desde cuándo tienes coche?-pregunté.

-Desde que... ¿se me manejar?

-Y ¿por qué no una moto, Alan?

-No te compraré una- aseguró mientras se detenía frente a un auto.

-Está bien ¿en que trabajas?- pregunte, no se salvaría de mi interrogatorio.

-Soy profesor de Historia-explicó rápidamente, abrió el baúl y metió los bolsos. Me empujó hacia el asiento del acompañante mientras él miraba su celular. Reí por lo bajo.

-¿Tienes novia Alan?- observe como se removía en sus asiento buscando un papel y cuando lo encontró, lo blandió enfrente de mí como si fuera una espada

-Es una dirección-murmuro y miró la pantalla de su celular; luego hablo- Bueno, del mío es esta... ¿ya conseguiste? ¿Tan rápido? … Si, ya sé que tienes contactos. Bueno, adiós...- cerró su celular, se giro hacia mí, y en un abrir y cerrar de ojos empezó a manejar

-Bueno, la casa está siendo remodelada para tu habitación...

-No debiste mo...

-Por ahora nos quedaremos en este hotel, serán solo dos días tal vez tres- comentó cuando llegamos a la recepción -Habitación 133 y 134, por favor.- le ordenó a la mujer que atendía.

Era joven de unos veinticinco años, con una sonrisa de crema de pasta dental pegada en su rostro. Miró a mi hermano pestañeo exagerado dejando ver un poco las pestañas postizas y se dio media vuelta en busca de las llaves.

-Aquí tienes- le tendió la llave y hubiera jurado por Alá que le giño el ojo, sin embargo mi hermano me empujo demasiado rápido hacia el pasillo como para ver bien.

-Bueno, bueno, no diré nada Alan.

-Sigues diciéndome 'Alan'- comento mientras subíamos al ascensor.

-Sabes que la 'c' y la 'e' (y ya sé que la 'e' no está en tu nombre) no me gustan, en cambio creo que la 's' y la 'd' son letras lindas.

-No cambiaste- murmuro divertido- Sigues siendo rara.

-Exacto- admití con una sonrisa- Señor Alaric Saltzman, profesor de Historia.

Escuche su risa, y la acompañe. El ascensor se detuvo y entramos por el pasillo largo. Justo en el extremo había una puerta que decía 133, la que sería la habitación de Alan, (mi no me gustaba el 3) una puerta de madera oscura, que con la luz que iluminaba al pasillo, parecía brillosa.

-Y ¿por qué no me dices 'Ric'? Papa y mama lo hacían.

-Papa y mamá me decían 'Luli' – bufe rendida- Alan me gusta más.

-Bueno, llámame como quieras.

-No me gusta el numero tres Alaric – sonreí de forma angelical y antes de que me mirara le saque la llave y corrí hacia la puerta de la 134. Misión cumplida.

Alan comenzó a reír y cuando paró se dirigió hacia mi

-Mira tú llave- me indico- es la 133

-Sí, y mi fortuna es la de siempre -le mire mientras abría la puerta- Mala.

Camine hacia dentro de la habitación, era espaciosa tenía un escritorio negro al costado de un ventanal que ocupaba la mayoría de la pared. Hacia la derecha yacía una cama de dos plazas con un cobertor rojo intenso que contrarrestaba completamente con las paredes blancas y el pequeño armario color caoba. Combinando con los tonos, había una puerta negra en frente de la cama, que supuse era el baño. Di un paso y sentí en mis pies la alfombra blanca que cubría todo el piso.

-¡Me gusta! - grite

-Espero que la mía tenga algo de azul, el rojo no me va- bromeo Alaric y camino hacia la puerta- Te dejo, iré a comprar algo para comer ahora. Y ya luego veremos si compramos unas pizzas o algo.

-Claro- dije. Lo observé dejar el equipaje y marcharse.

¿Quién lo diría? Yo, Luciana, salí de mi hogar para venir a Mystic Falls un lugar de magia.

¿Quién era yo? Bueno, una chica de unos veintiún años, a la cual le gusta lo extravagante. Mi hermano me considera rara por querer algunas letras y otras no, al igual que con los números. Extraña, esa sería mi definición, y testaruda sería la segunda.

Mis padres habían insistido en que fuera con mi hermano para conocer otros lugares. Lo cierto era que yo había estudiado carreras cortas, pero, según ellos, ya era hora de que ejerciera para lo que más me había preparado: Matemáticas.

¿Qué me esperaría desde ese día?

Deje mi bolso dentro del placard y me tire hacia la cama. Hice zapping con el control del televisor cuando me llego un mensaje.

“Regreso en una hora, vístete iremos a comer a un restaurante con algunos amigos y amigas” De Alaric.

Busque en mi bolso algunas cosas y deje la ropa enlistada en el placard. Lleve mi mochila, en ella tenía el champú, el acondicionador y también las ropas interiores. Gire sobre mis talones y me adentre en el baño.

¿Quienes irían?

Mientras me duchaba suponía los amigos que irían. Una vez me había hablado de una tal Jenna y un Stefan, la 'J' y la 'S' me caían bien. Ahora esperaba una 'D', ¿Damian? ¿Daniel?

Salí de la ducha, me vestí, y me rodee con la toalla mientras caminaba con cuidado hasta la puerta, resbalarme como en las películas era mi mayor temor.

Abrí la puerta con sumo cuidado y pisé segura en el piso de alfombra. Me dirigí en busca de el resto de mi ropa, estaba por sacarme la toalla cuando una voz me paro.

-Hola ¿cómo te llamas?

Mi corazón se helo, quede estática en ese lugar, cuando reaccione me envolví torpemente con la toalla y gire hacia la persona. Un hombre se hallaba recargado en la pared con una maleta a su lado, y con una sonrisa juguetona en sus labios rojos.

Lo observe con cuidado, tenía cabello negro como la noche y ojos igualmente oscuros, tez pálida que era resaltada por la camisa azul y el resto de su traje negro. Rápidamente una palabra invadió a mi mente: 'sexy'. Ese hombre era sexy, aun más con esa sonrisa juguetona que salía de sus labios y deseabas besar.

¿Cuánto tiempo habría pasado hasta que mi mente reacciono? Mucho, mucho tiempo de verdad.

-¿¡Quién diablos eres!?- grite furiosa. Y más furiosa me puse cuando él empezó a reír. Comenzó a acercarse a mí, y a cada paso de él yo retrocedía, hasta que choque contra el placard y él quedo muy cerca. Todavía con una sonrisa en su rostro, dijo:

-Mi nombre es Damon Salvatore, un gusto.


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